Algunos cuerpos del dolor reaccionan solamente ante una determinada situación o ante un cierto factor desencadenante, el cual por lo general resuena con un determinado tipo de dolor emocional experimentado en el pasado. Por ejemplo, si un niño crece con padres para quienes el dinero es motivo de dramas y conflictos frecuentes, podría absorber el temor de sus padres con respecto al dinero y desarrollar un cuerpo del dolor que se activa cuando hay de por medio problemas económicos. Estas son personas que se molestan o se enojan por cantidades insignificantes de dinero. Detrás de su rabia o su molestia hay problemas de supervivencia y de temor intenso. He conocido personas espirituales, relativamente conscientes, que comienzan a gritar, culpar y acusar tan pronto como alzan el teléfono para hablar con sus corredores de bolsa o de finca raíz. Así como hay una advertencia del riesgo del tabaquismo en las cajetillas de cigarrillos, quizás debería haber unas etiquetas semejantes en todos los billetes y los extractos bancarios: "el dinero puede activar el cuerpo del dolor y provocar un estado de inconsciencia total".
Un niño abandonado o descuidado por sus padres en la infancia seguramente desarrollará un cuerpo del dolor que tenderá a activarse en todas las situaciones que resuenen aunque sea remotamente con su sufrimiento primordial de abandono. El amigo que llega tarde a recogerlo en el aeropuerto o el cónyuge que llega tarde a la casa puede desencadenar un gran ataque del cuerpo del dolor. Si su compañero o cónyuge los abandona o se muere, el dolor emocional que sienten es mucho más intenso que el que sería natural en una situación como ésa. Podría manifestarse en forma de angustia intensa, depresión debilitante o ira obsesiva.
La niña víctima del abuso de su padre podrá descubrir que su cuerpo del dolor se activa fácilmente en cualquier relación cercana con un hombre. O la emoción constitutiva de su cuerpo del dolor puede empujarla hacia un hombre cuyo cuerpo del dolor es semejante al de su padre. Su cuerpo del dolor puede sentir una atracción magnética hacia alguien que pueda alimentarlo con el mismo dolor. A veces, ese dolor puede interpretarse equivocadamente como enamoramiento.
Un hombre que vino al mundo sin ser deseado y no recibió amor sino apenas un mínimo de cariño y atención de su madre desarrolló un cuerpo del dolor pesado y ambivalente constituido por un intenso anhelo insatisfecho por el amor y la atención de su madre, y al mismo tiempo un odio profundo hacia ella por negarle lo que necesitaba desesperadamente. Al llegar a la edad adulta, casi todas las mujeres desencadenaban la carencia de su cuerpo del dolor (una forma de dolor emocional) la cual se manifestaba como una compulsión adictiva por "conquistar y seducir" prácticamente a todas las mujeres a quienes conocía a fin de obtener el amor y la atención femenina de los cuales estaba sediento su cuerpo del dolor. Llegó a ser muy experto en seducción, pero tan pronto como la relación llegaba a la intimidad o alguna mujer lo rechazaba, la ira contra su madre se apoderaba de él y acababa con la relación.
Cuando aprendemos a reconocer el afloramiento de nuestro cuerpo del dolor, aprendemos rápidamente cuáles son los factores que lo activan, trátese de situaciones o de ciertas cosas que los demás dicen o hacen. Tan pronto como se presentan esos factores, los reconocemos inmediatamente por lo que son y entramos en un estado de alerta. Al cabo de uno o dos segundos también notamos la reacción emocional que cobra forma en el cuerpo del dolor, pero en el estado de Presencia alerta no nos identificamos con él, lo cual significa que el cuerpo del dolor no puede apoderarse de nosotros y convertirse en la voz de la mente. Si nos encontramos en ese momento con nuestra pareja, podemos decirle: "lo que acabas de decir (o de hacer) activó mi cuerpo del dolor". Así, podemos establecer un acuerdo según el cual cada vez que alguno de los dos diga o haga algo que active el cuerpo del dolor del otro, lo mencionamos inmediatamente. De esta manera, el cuerpo del dolor no puede renovarse a través del drama en la relación y, en lugar de sepultarnos en la inconsciencia, nos ayudará a estar completamente presentes.
Cada vez que estamos presentes cuando el cuerpo del dolor se manifiesta, parte de la energía emocional negativa se quema, por así decirlo, y se transmuta en Presencia. El resto del cuerpo del dolor se retirará rápidamente a la espera de una oportunidad más propicia para aflorar nuevamente, es decir, cuando estemos menos conscientes. El cuerpo del dolor tendrá una mejor oportunidad cuando perdamos Presencia, quizás después de beber unos tragos o mientras vemos una película violenta. La emoción negativa más insignificante como estar irritados o ansiosos también puede servir de puerta para el regreso del cuerpo del dolor. El cuerpo del dolor necesita de la inconsciencia. No tolera la luz de la Presencia.
El cuerpo del dolor como medio para despertar
A primera vista, parecería que el cuerpo del dolor es el mayor obstáculo para el despertar de la nueva conciencia de la humanidad. Ocupa nuestra mente, controla y distorsiona nuestro pensamiento, perturba nuestras relaciones y se siente como una especie de nube negra que invade todo nuestro campo de energía. Tiende a llevarnos a la inconsciencia, hablando en términos espirituales, a la identificación total con la mente y la emoción. Nos pone a la defensiva, nos lleva a decir y hacer cosas destinadas a acrecentar la infelicidad interior y la del mundo.
Sin embargo, a medida que crece la infelicidad, más se altera la vida. Podrá llegar el momento en que el cuerpo no soporte más la tensión y desarrolle una enfermedad o alguna disfunción. Podríamos sufrir un accidente o caer en una situación de intenso conflicto o drama como consecuencia del deseo del cuerpo del dolor de que suceda algo malo. Podríamos incluso llegar a cometer actos de violencia física. O podríamos llegar hasta el punto de no soportar un día más nuestro ser infeliz. Y claro está que el cuerpo del dolor es parte de ese falso ser.
Cada vez que el cuerpo del dolor se apodera de nosotros, cada vez que no lo reconocemos por lo que es, pasa a ser parte del ego. Todo aquello con lo cual nos identificamos se convierte en ego. El cuerpo del dolor es una de las cosas más poderosas con las cuales se identifica el ego, y necesita de él para renovarse. Sin embargo, esa alianza malévola con el tiempo se deshace cuando el cuerpo del dolor es tan pesado que en lugar de fortalecer las estructuras egotistas de la mente, las debilita a través del ataque constante de su carga energética, de la misma manera que la corriente activa un aparato electrónico pero puede fundirlo si el voltaje es demasiado alto.
La gente cuyo cuerpo del dolor es muy fuerte, llega a veces a un punto en el que la vida se torna intolerable, donde ya no puede soportar más dolor ni más drama. Una persona lo expresó diciendo sencillamente que estaba "hastiada de ser infeliz". Algunas personas pueden sentir, como me sucedió a mí, que ya no pueden vivir consigo mismas. Por tanto, la paz interior pasa a ser la primera prioridad. La fuerza intensa del dolor emocional las lleva a dejar de identificarse con el contenido de su mente y las estructuras mentales y emocionales que han dado origen a su "ser infeliz" y que lo perpetúan. Entonces reconocen no ser ni su historia de infelicidad ni la emoción que están sintiendo. En lugar de empujarlas hacia la inconsciencia, el cuerpo del dolor se convierte en el vehículo para despertar, en el factor decisivo que las obliga a asumir el estado de Presencia.
Sin embargo, debido al influjo sin precedentes de conciencia que estamos experimentando actualmente en el planeta, muchas personas ya no necesitan caer en el abismo profundo del sufrimiento agudo para dejar de identificarse con su cuerpo del dolor. Cada vez que notan que han caído en un estado disfuncional, pueden optar por salir de esa identificación con el pensamiento y la emoción y entrar en estado de Presencia. Renuncian a resistirse, entran en un estado de alerta, quietud y unión con aquello que es, tanto interna como externamente.
El paso siguiente de la evolución humana no es inevitable pero, por primera vez en la historia de nuestro planeta, podrá ser producto de una decisión consciente. ¿Quién toma la decisión? Usted. ¿Y quién es usted? La conciencia que ha tomado conciencia de sí misma.
Laura Finollo
Acompañante Terapéutica
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